EL SUPERVISOR EDUCATIVO DESDE LA DOCENCIA
De manera inicial, quisiera resaltar que la
supervisión educativa debe socializarse ante la comunidad educativa como lo que
verdaderamente es: Una labor que pretende el mejoramiento del quehacer
educativo a nivel integral, a partir de una evaluación objetiva de las
distintas acciones que componen el desarrollo dentro de la academia. Y resulta
importante resaltar este elemento porque en muchas ocasiones (Especialmente en
nuestra cultura), toda autoridad, o toda persona que quiera corregirnos y/o
evaluarnos la vemos como un enemigo. Y en el caso del supervisor docente, que
es el tipo de supervisión que queremos trabajar en este ensayo, n oes la excepción
de la regla.
Manuel Fermín nos expone muy bien la labor de un
supervisor docente: “Un supervisor docente tiene como función principal,
asistir a los educadores para ayudarlos a mejorar el proceso de enseñanza
mediante la aplicación de técnicas y procedimientos especializados los cuales
provienen de un proceso de planificación”[1]. En ese sentido es clave
determinar que el supervisor docente debe ser un docente más, o en su defecto
alguien con la experiencia pedagógica que le permita evaluar y mejorar las
prácticas de los maestros a supervisar. “La
base formativa del supervisor es el conocimiento teórico y práctico de la
educación, particularmente de la enseñanza institucionalizada”[2]. Y es que el supervisor docente en ese sentido es un
asesor, un acompañante del proceso educativo que busca mejorar y potencializar
la labor de los docentes.
De
ahí la importancia que tienen los supervisores en lograr que el mismo docentes
sea quien tome la iniciativa de mejorar, de probar nuevos métodos pedagógicos,
de autocuestionarse, de mejorar continuamente. Por ende, el supervisor debe ser
un motivador, un gestor de mejoramiento. “Bajo el punto de vista dinámico, la
supervisión deberá entenderse como los esfuerzos llevados a cabo por la escuela
con el objeto de llevar a los maestros y demás personas que tienen a su cargo
el desarrollo y la conducción del proceso educativo a ejercer un liderazgo que
tienda al perfeccionamiento del mismo”[3].
Ahora
bien, la labor del supervisor docente, también alcanza a permear el quehacer
del estudiante, pues es el estudiante un eje fundamental de la acción
educativa. Cabe anotar que la enseñanza es un proceso en el que todos los
actores deben aportar sus elementos y por ende el alumno también es susceptible
de ser potencializado. “La supervisión escolar es un proceso que tiene la
responsabilidad de evaluar el potencial del alumno, así como analizar la puesta
en marcha de sus capacidades, conocimientos y actitudes construidas a lo largo
de la carrera. Es por ello que el proceso de supervisión en el campo ven
involucrados los valores, las capacidades y las expectativas del supervisor y
del alumno”[4].
Ahora
bien, otro reto importante para el supervisor resulta ser la validación
(reconocimiento) de su labor y las garantías de objetividad para el mismo. Al
respecto, presento la siguiente reflexión de Francisca Serrano. “Para conseguir
este reconocimiento es necesario: conseguir la autonomía (no necesariamente
independencia) profesional respecto de los gestores directos, combatir la
injerencia de otros funcionarios en los campos profesionales específicos,
denunciar cualquier intento de manipulación profesional y no aceptar tareas
impropias”[5].
Así
pues, la labor del supervisor docente es
una labor necesaria, pero no siempre bien recibida. De ahí el reto del
supervisor por persuadir, asistir, acompañar e iniciar los procesos correspondientes
y necesarios para mejorar la práctica docente dentro del aula. Práctica que
bien sabemos parte del maestro pero permea en el alumno. Y por último, cabe
también reiterar la necesidad imperativa de que el supervisor pueda tener la
autonomía y las garantías necesarias para poder cumplir con su labor.
[1] Fermín, Manuel; "Tecnología
de la Supervisión Docente",
Editorial Kapelusz, Argentina, 1980. Pág. 12 y 13.
[3] Nérici, Imideo G.; "Introducción
a la Supervisión Escolar",
Editorial Kapelusz, Argentina, 1986. Pág. 9.
[5] LOS CUATRO RETOS DE LA INSPECCIÓN EDUCATIVA.
Francisca Serrano Adán - Inspectora de Educación de la Comunidad de Madrid.
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